El modelo económico actual ha destruido la naturaleza a un ritmo sin precedentes, ha acelerado la desigualdad y la crisis climática y ha socavado la estabilidad financiera y la seguridad alimentaria.
La fijación de precios y la valoración de la naturaleza podrían catalizar una economía de la naturaleza en la que los mercados sean positivos para la naturaleza y equitativos O, a través de una gobernanza inadecuada, conducir a la aceleración de la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y las desigualdades.
7 ambiciosas recomendaciones del Grupo de Trabajo pueden ser puestas en práctica por los responsables políticos, los agentes del mercado y los ciudadanos para catalizar una economía global de la naturaleza adecuada para el siglo XXI, en la que los mercados trabajen para las personas y el planeta.
Un mercado de la naturaleza valora y comercia explícitamente con ella.
Los mercados de activos negocian activos naturales, como:
Los mercados intrínsecos permiten el comercio de la propia naturaleza, como:
Mercados de crédito - Los mercados de crédito con fines públicos buscan satisfacer requisitos de cumplimiento o conservar e invertir en la naturaleza, como:
Los mercados de derivados comercializan productos financieros que reflejan directamente los valores o riesgos de los ecosistemas, como:
El cambio sin precedentes hacia los mercados naturales debe aprovecharse para proteger la naturaleza y lograr una transición justa hacia una economía sostenible.
Leer el informeEl Grupo de Trabajo sobre Mercados de la Naturaleza reúne una combinación única de perspectivas y capacidades. Está dirigido por un notable grupo de miembros, procedentes de las comunidades indígenas, la política, la legislación y la gobernanza, el mercado, la tecnología y la sociedad civil.
Conozca a los miembrosEl 100% de la economía mundial actual depende al 100% de la naturaleza.
Además de los alimentos que comemos, el agua que bebemos y el aire que respiramos, la naturaleza incluye todos los seres vivos y los minerales bajo nuestros pies. Está siempre presente en el material de nuestros hogares y teléfonos móviles, en las películas que emitimos, y en cómo gestionamos nuestra salud y el consumo de energía.
La naturaleza y los mercados son inseparables, ya que la naturaleza es fundamental para todas nuestras actividades económicas.
Nuestra verdadera elección no es si debe haber mercados de naturaleza -tanto los establecidos desde hace tiempo como los que están surgiendo-, sino más bien cómo pueden diseñarse y gobernarse mejor para obtener resultados equitativos e impactos positivos sostenibles en la naturaleza y las comunidades.
El cambio sin precedentes hacia los mercados de naturaleza debe aprovecharse para proteger la naturaleza y lograr una transición justa hacia una economía sostenible posterior al carbono.
El mundo ya ha perdido un tercio de sus bosques.
Al mismo tiempo, entre 2015 y 2022 se registraron los ocho años más cálidos de la historia.
Nuestro mundo está al borde de una emergencia climática y de biodiversidad. Las desastrosas consecuencias de nuestro uso excesivo e insostenible de la naturaleza para generar prosperidad económica se están haciendo patentes en todo el mundo.
En respuesta, la naturaleza se está valorando cada vez más y se le está poniendo precio en los mercados, creando una oportunidad histórica para resetear nuestra economía insostenible.
La fijación del precio de la naturaleza podría catalizar una economía de la naturaleza en la que los mercados beneficien a las personas y al planeta o, si la gobernanza es inadecuada, acelerar la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y las desigualdades.
Tenemos un pequeño margen para determinar cómo evolucionarán estos mercados.
Valorar e integrar correctamente la naturaleza en las empresas y los mercados, con una gobernanza adecuada, puede impulsar la transición hacia una economía justa y sostenible después de las emisiones de carbono.
La naturaleza y el clima son una "crisis gemela". Son indivisibles cuando se trata de restringir el aumento de las temperaturas globales.
Esto se debe a la capacidad de la naturaleza para absorber y almacenar carbono, sus impactos positivos directos en nuestro clima y su papel central para garantizar los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria.
El modelo económico actual ha destruido la naturaleza a un ritmo sin precedentes y, como resultado, ha acelerado la crisis climática.
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